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Ancla 1

Katherine Vélez Correa

El taekwondo para mí siempre fue la más bonita casualidad de mi vida.

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Cuando comencé a practicarlo tenía 17 años, entré porque era necesario para poder graduarme de mi primera carrera universitaria y entre las opciones que había, ésta fue la única que me llamó la atención, cuando entré, yo era una joven con muchos problemas de inseguridad, ansiedad y problemas para relacionarme con otras personas, siempre he sentido pánico de acercarme a alguien nuevo, por diferentes circunstancias de mi vida, no tenía muchos amigos (por no decir ninguno) y baja autoestima. En el momento que inicié las clases, me di cuenta que era algo en extremo retador y que hacerlo me dolería mucho (de forma literal, casi no podía moverme en mi primera clase) pero que de verdad me gustaba, no pensaba llegar lejos en él pero me agradaba la idea de aprender algo diferente, fue entonces en una de mis clases que mi maestro (KIO) comentó algo sobre un campeonato universitario, me llamó mucho la atención y le pregunté más sobre el tema, me dijo que era un campeonato que se hacía semestralmente, donde los participantes medían sus conocimientos y competencias con los concursantes de las diferentes instituciones, me pareció demasiado interesante y le pedí que me inscribiera, al principio no me prestó mucha atención, pero con mi insistencia accedió haciéndome prometer que entrenaría muy fuerte para estar lista para el evento.

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A partir de ése momento mis energías se enfocaron en convertirme en la mejor, ser campeona, entrenaba muy duro día y noche y daba lo mejor de mí, llegado el campeonato, estaba supremamente nerviosa pues era la primera vez que ponía tanto empeño en algo, que de verdad sentía que estaba luchando por algo, al momento de competir, no sé qué fue lo que hice, y si me lo preguntan no tengo las palabras para expresar cómo fue que pasó, pero en la contienda quedé campeona y mi maestro vio un gran potencial en mí, por lo que decidió que podría ir más lejos en una competencia de avanzados, con el mismo nivel de ganas y siempre dándolo todo, llegamos al campeonato Nacional Universitario en la ciudad de Cartagena, No me esperaba nada de eso, yo me sentía en una nube y creía que nada mejor podía existir, En la competencia mis resultados no fueron los esperados, quedé en el 3° puesto a nivel nacional y con ello mis expectativas estaban en lo más alto por lo que, gracias a mi nivel me convertí en integrante de la selección Medellín con el cual obtuve medalla de oro.

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Al próximo año comencé mi vida laboral por lo que pasé de entrenar 4 horas diarias, a no entrenar en absoluto por lo que caí en una rutina de trabajar, estudiar y dormir, mi estado anímico bajó de nuevo, y mi nivel competitivo se perdió por completo, me sentía desorientada y éste ritmo me duró alrededor de 4 años donde sólo competía, pero mi mente estaba situada en otro lugar. Al llegar a cinturón rojo me di cuenta que lo que fui, tanto en mi vida como en mi taekwondo se había perdido y que, si quería una mejor versión de mi misma era necesario comenzar de nuevo, por lo que decidí reencontrarme en lo que más he amado, volví a mis entrenamientos siendo consciente de mis falencias como competidora y artista marcial, lamentando el tiempo perdido por perseguir ilusiones que al final del día no edificaban mi vida y encontrando un camino aún más pesado de recorrer porque como se dice “es más dificil para un caminante reencontrar su camino, que para un nuevo caminante comenzar a caminar”.

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Actualmente sigo teniendo muchos retos a la hora de relacionarme, de abrirme a las personas y de afrontar ciertas circunstancias, pero gracias a el taekwondo, me di cuenta que puedo encontrar hermanos, amigos, colegas y padres que están dispuestos a apoyarme en los momentos más difíciles, reprender aquellos errores que pueda cometer y enaltecer los logros que alcance a lo largo de mi vida. Agradezco a mi maestro Juan Carlos Muñoz (KIO), por creer en mí, por ver a alguien con ganas de dar lo mejor de sí y guiarme en los momentos de duda, y a todos los profes que, de una forma u otra, me han dado lecciones de vida que se aplican en un dojang.

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Gracias a mi arte, es que soy quien soy ahora, es por lo que busco siempre SER, aprender, enseñar, aportar y crecer, porque el taekwondo para mí no es sólo un arte o un deporte, es un estilo de vida, es mi maestro, mi aprendiz, mi vida entera.

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